Por Ashley Soltysiak
Publicado por el Salt Lake Tribune, 24 de junio de 2017.
En medio de un intenso debate, la Agencia Federal de Protección del Medio Ambiente reforzó las normas nacionales de contaminación por ozono en 2015. La medida fue calificada por la industria como una de las regulaciones medioambientales más caras jamás propuestas, mientras que los grupos de defensa de la salud pública y el medio ambiente argumentaron que la nueva norma de 70 partes por billón no protegía lo suficiente la salud humana.
Los asesores científicos de la EPA habían abogado por una norma de entre 60 y 70 partes por billón, prefiriendo el extremo inferior de ese espectro. Al final, la norma que aprobó la agencia era más débil de lo que dictaba la ciencia.
Los datos de salud pública sobre el ozono se han desarrollado a lo largo de muchas décadas y son claros y contundentes: Enferma a las personas sanas y empeora el estado de las enfermas. De hecho, según la Organización Mundial de la Salud, la contaminación por ozono tiene un "marcado efecto sobre la salud humana" y "puede causar problemas respiratorios, desencadenar asma, reducir la función pulmonar y provocar enfermedades pulmonares."
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